domingo, 1 de septiembre de 2013

Disney love us

El movimiento gótico, como la mayoría de los movimientos culturales “oscuros", surge a partir de los 70, como resultado de la decadencia del movimiento hippy y la decepción social generalizada provocada por la crisis económica, la postguerra del Vietnam y el hastío por la represión derivada de la Guerra Fría.

¿Cómo describimos hoy en día a un gótico? Vestiduras negras (y en la mayoría de los casos elegantísimas), piel pálida y perfecta, inquietos intelectualmente, amantes de la poesía y el arte, enamorados de la noche y la luna, ávidos de saber....y conocedores de la muerte. Hasta ahí, todos de acuerdo.

Ahora remontémonos al siglo XVI. En Nápoles, un humilde escritor está trabajando en la que sería su obra cúlmen póstuma. Basile, se haya inmerso en la redacción de "Petrosinella", un cuento popular de tradición oral y que, junto con otros 49 relatos orales más, ha decidido escribir para que no se pierdan en el olvido. Ese cuento tiene un personaje estrella sin el que no se entiende el resto de la historia: una ogra, más específicamente, una ogra-bruja.

En el siglo XIX, dos hermanos alemanes, Jacob y Wilhelm, decidieron poner por escrito un relato que les fue transmitido a la luz del fuego. “Blancanieves”, negra como el ébano, roja como la sangre, blanca como la nieve, cuenta con un personaje emblemático: la malvada madrastra, una bruja.

Desde antes de que los romanos se convirtieran en un imperio, la humanidad definió uno de los arquetipos más manidos de su historia: el arquetipo de la bruja. Más allá de su sombrero de pico, su caldero, su verrugas y su escoba, la bruja tenía una característica muy marcada: una inteligencia más allá de lo común, cultivada por el estudio y desarrollada por una pasión inusitada por seguir aprendiendo. ¿Y cómo es una bruja hoy día? Es una mujer de vestiduras negras ( y en la mayoría de los casos elegantísimas), de piel pálida y perfecta, inquieta intelectualmente, enamorada de la noche y de la luna, ávida de saber.... y conocedora de la muerte. Qué casualidad.

Disney adoptó ese arquetipo para crear a sus “malvadas”. La primerísima mala que Disney creó fue la madrastra de Blancanieves. Para la creación del primer largometraje del estudio, Walt contrató a ilustradores de cuentos de hadas europeos para que ayudaran en el diseño de los personajes del cuento. En un principio, la reina-bruja iba a ser fea, vieja y encorvada (exactamente en lo que se transforma). Y finalmente.... fue perfecta. Hermosa, inteligente, cruel (cruel hasta el extremo), de carácter perseverante y furia calmada. Templada, determinante... y sabia. Conocedora de plantas y hierbas, del uso de las fuerzas de la naturaleza y el universo, de la nigromancia y necromancia, del comportamiento de los animales. Y este personaje, complejo (mucho más complejo que Blancanieves) y a la vez arquetípico, sentó las bases de todas las demás malvadas de Disney.


Desde ella, todas las malvadas Disney han sido brujas (si no de título, al menos sí de carácter). Éstas son, a nuestro entender, las más emblemáticas:

Maléfica. Mala, pero mala, mala y capulla. Pero eso sí, perfecta. ¿Quién no se cabrearía si fuera la única persona del reino a la que no invitan a la fiesta del año, ni más ni menos que al bautizo de la princesa del reino? Obviamente, Maléfica se sentía dolida por el desaire sufrido. Y como buena bruja, su venganza es terrible. Claro que esto es un cuento y no podemos dejar que los malos ganen, así que las tres hadas de turno (que no son más que la oveja rosa de la familia de las brujas), esconden a la princesa sobre la que pesa la maldición de Maléfica durante 16 años. ¡Y durante 16 años Maléfica sigue buscándola! Perseverante como ella sola . Maléfica comparte con la Reina-bruja mascota (un cuervo que no dice “nunca más”), vestiduras (en negro y morado), vivienda (un castillo), voz aterciopelada, aspecto regio (tocado incluido , modales (serán las malas del cuento, pero ante todo con educación) y una belleza impecable. Vamos, que no sabemos cómo sentían envidia de Blancanieves y de Aurora, ¡si está claro que les daban mil vueltas!



Madrastra de Cenicienta (Lady Tremaine): si Maléfica adoraba a Lucifer, la madrastra de Cenicienta lo tiene de mascota (¡eso son ovarios!). Ante todo, la mujer es muy señora, nunca pierde las formas. Y muy madre, quiere lo mejor para sus hijas (y Cenicienta no es su hija), lo que significa casarlas con el príncipe cueste lo que cueste y a costa de quien sea. Si tiene que destrozarle el vestido a Cenicienta se lo destroza; si tiene que encerrarla en su cuarto, la encierra; ¡si tiene que romperle los zapatos se los rompe! Y en el cuento original es todavía más cruel, empezando por que lió a Cenicienta para que matara a su madre biológica y poder así casarse con el buenísimo partido que era el padre de Cenicienta (que curioso que muriera misteriosamente un poco más tarde de la boda). Cruel, calculadora y fría, pero con un vestido perfecto y un peinado impecable. Tan perfecto e impecable, que Coppola lo copió para crear a su Drácula.

No es bruja, vale. Pero en el momento en que pilla la varita del hada madrina (véase Cenicienta III), maneja las fuerzas cósmicas como si toda su vida hubiera utilizado la magia. Porque, ¿quién es más poderosa? ¿El hada madrina que, en base de lo que ya tiene (una calabaza, ratones, un caballo, un perro y un vestido destrozado), hace algo similar (una carroza, unos caballos, un cochero, un mayordomo y un vestido principesco)? ¿O la madrastra, que sin tener ni base ni nociones de magia, crea un universo paralelo moviendo el tejido del espacio tiempo? ¡Y sin Tardis!

Úrsula: por desgracia, la maldad decayó con ella. Y empezaba bien, tenía sus puntos (incluidos contratos de claúsulas imposibles a lo Rumpelstiltskin). Hasta tenía una belleza gótica clásica cuando se transforma en humana (y no se puede negar que es inteligente, porque transformar una cola en un par de piernas, saltándote millones y millones de años de evolución (¡y sin tridente!), tiene su mérito) Pero...está muy lejos de la crueldad de la Reina, de la belleza de Maléfica o del porte de Lady Tremain.


Madre Gothel: vuelve la maldad, la crueldad, el estilo...¡vuelve la belleza de las malas Disney! Y en una forma desconocida e inexplorada hasta entonces: la del maltrato psicológico. Porque vale, Cenicienta estaba muy maltratada, ¡pero era a la cara! La madrastra la odia y ambas lo sabían. Se asume, se acepta, y si Cenicienta era tan idiota como para no reclamar una herencia que a todas luces era suya, la culpa es de ella. Pero madre Gothel crió, literalmente, a Rapunzel durante 18 años haciéndola creer que es su madre, dejándola por cría y por inútil (“Mira al espejo Rapunzel, ¿sabes qué veo? Veo una joven hermosa, fuerte y muy segura de sí misma. ¡Ah, y también estás tú!”), manteniéndola oculta del mundo haciendo creer a Rapunzel que es un lugar horrible y poco más que la pueden matar en cuanto salga a la calle (“El mundo es oscuro, egoísta y cruel. Si atisba el más mínimo rayo de sol, lo destruye”), fingiendo que la quiere de verdad (“Te quiero mucho, cariño”. Y cuando Rapunzel le responda que ella más: “Y yo muchísimo más”) y, cuando nada de eso funciona ¡se carga al tío del que Rapunzel está enamorada delante de sus narices! Y, aunque no con título, no hace falta ser muy listo para darse cuenta de que es BRUJA. Vale, se mantiene joven gracias a una flor dorada. Pero si conoces esa flor, es porque, previamente, te has estudiado todas las habidas y por haber para mantener la belleza. Y, una vez más, sus ropas son dignas de una reina. Pero lo más importante de todo: tiene el ORGULLO que no existía desde la madrastra de Cenicienta.



No sabemos si Disney adora a las góticas. Lo que está claro, es que las góticas obedecemos a un arquetipo más antiguo y poderoso de lo que la sociedad común quisiera creer. Que lo que ven cuando nos miran es una imagen grabada en lo más profundo de nuestros cerebros de un ser mítico y poderoso, sabio y antiguo, bello y mortal.

¿CÓMO NO VAMOS A ADORAR A LAS MALAS DISNEY?

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